El Nervio Del Volcán de Caifanes
- By Joshua
- 18 sept 2020
- 23 Min. de lectura
Cuéntame Un Disco XIX
El último disco de una de las bandas más emblemáticas del Rock en Español, un álbum que recoge las cenizas de una banda que se extinguía con el paso del tiempo entre egos, pleitos legales y el ostracismo de dos de sus integrantes, un álbum que marca un antes y un después en el desarrollo artístico de la música iberoamericana, la obra que enmarca el cenit de la guitarra latina en el rock en una elegía de seis cuerdas con sello propio, el epitafio de una carrera musical que a la distancia sigue siendo tan etérea como nostálgica y tan evocadora como mística.

Hace 4 mil años en un lugar remoto de Argentina, se produjo un suceso astronómico muy peculiar, una de las lluvias de meteoritos más grande de la historia de la Tierra ocurrió en una de las regiones más australes del país sudamericano, sobre los campos pamperos de la Provincia de Santiago del Estero y colindando con la provincia de El Chaco, esa lluvia de estrellas produjo el tercer meteorito más grande que la humanidad guarde en las vitrinas de los museos, el estallido produjo casi 40 toneladas de hierro estelar que se esparcen por 20 mil kilómetros cuadrados en un área conocida como El Campo del Cielo, la zona del Estero es una de las regiones culturales más importantes de Argentina, en un territorio resguardado por la antiquísima cultura quichua que se remonta a más de 800 años previo a la llegada de los españoles, ahí se desarrolló a inicios del siglo dieciocho un legado cultural que trascendió por más de dos siglos, las formas musicales que constituyeron la herencia sonora que perduró hasta apenas unas cuantas décadas, tal fue la trascendencia que alcanzó, que esas expresiones fueron adoptadas en todo el país sureño, la herencia musical fue recopilada por el espíritu nacionalista de unos pocos, de los principales exponentes fue sin duda Amancio Alcorta (una de las avenidas de Buenos Aires y que ha sido protagonista de múltiples canciones, lleva su nombre) eminente figura del folclore tradicional de la región del Estero (además de ser nieto de uno de los fundadores de esa provincia) Alcorta fue uno de los precursores de la escuela clásica de música argentina, no sólo logró desprender bajo un sello de identidad las formas que heredaron de sus antepasados europeos (la mayoría italianos), la hizo mucho más accesible y sobre todo le dio un carácter de cultura propia, así nació una forma musical que trascendería por más de dos siglos y que influiría en la vida de las personas de la región, a la par se forjó un orgullo y una tradición tanto corística como en la danza, la escultura y la literatura, Alcorta sin saberlo sería el complemento histórico de otro enorme personaje de la música del cono sur, a inicios del siglo diecinueve nacería en la capital Argentina el grandioso Juan Pedro Esnaola, pilar indiscutible de la música de aquel país, Esnaola tuvo un primer acercamiento artístico de forma casi natural al encontrarse estudiando bajo las leyes seculares de la Escuela de la Catedral de Buenos Aires y gracias a la tradición familiar viajó a Europa para permearse con la música académica (sobre todo con la obra de Rossini) fundó la escuela del Nacionalismo Musical Argentino, su legado fue una identidad que jamás se perdería y que sería rescatada por personajes que trascenderían casi a un siglo de distancia, este estallido de nacionalismo tendría un momento de inflexión a partir de los años 60’s, justo antes de la era convulsa de la Guerra de las Malvinas, el Rock Argentino quizás no lo sabía pero tenía su origen en lo que hizo Alcorta y en lo que aportó Esnaola, ambos le construyeron un pedestal sobre el cual se erigió su tradición y eso va más allá de lo que cualquiera pudiera hacer en una vida, la trascendencia es lo que siempre se busca y muy pocas veces se encuentra, de esta herencia, de estas estructuras, de este orgullo henchido de patriotismo nacerían muchos personajes, es parte de esa herencia la locura genial de Charly García, el atrevimiento y arrojo de David Lebón, la virtuosidad de Pedro Aznar, la inventiva y creatividad de Fito Paéz, la omnipresencia bluesera de Norberto Napolitano (Pappo), la creatividad y adaptación de Andrés Calamaro, la luminosidad y capacidad de Soda Stereo (presente en sus tres integrantes, no solo centrada en Gustavo Cerati), las casi cuatro décadas de brillantez y creatividad del Flaco Spinetta, la poesía social de Leon Gieco, la sensibilidad y prosa de Fabiola Cantillo, la alegría y soltura de Celeste Carballo, tantos y tantas que nos ha heredado La República Argentina, por lo que no es casual que den músicos de exportación y en el año de 1960 nacería uno de ellos, uno de sus mejores guitarristas que haya visto nacer la nación de la Bandera del Sol de Mayo, ese año uno de sus hijos pródigos llegaría como la lluvia de estrellas de Santiago del Estero, ese hombre es Alejandro Marcovich y siempre tuvo una estrella tras de su grandiosa inventiva, de esos músicos que nacen una vez por generación, poseía desde niño la capacidad de crear atmósferas en su guitarra, dotado de la genialidad que pocos poseen y muchos menos saben expresar, se abrió camino poco a poco en su país natal hasta abandonarlo por motivos familiares, viajó a México por el trabajo de su papá en el seno de una familia de eminentes artistas (su hermano Carlos ha sido uno de los cineastas más propositivos que se hayan visto en nuestras tierras), fue un estudiante de física en la Universidad Nacional, no conforme con esos estudios fue fundador de varias bandas trascendentales del rockcito hecho en México, sin embargo es muy prematuro contar esta historia que hoy nos reúne, antes de eso existió una época, narrada por una canción de La Castañeda, que en uno de sus versos que reza … hubo un tiempo, de pipa y guante, hubo un tiempo, de caballeros … Era una noche de sábado de 1986, tras los faros apenas luminosos de la calle Perpetua Número 4 se levantaba uno de los telones más representativos de la Ciudad de México, bajo los muros de ese pequeño edificio yacían los restos de una época que pocos recuerdan pero que muchos aun cuentan que existió, atrás de sus bambalinas improvisadas, tras un escenario que lo vió todo, La Última Carcajada de la Cumbancha anunciaba alegremente su próximo acto, atrás quedaron las memorias de una generación que vio llenar en otras épocas varios sitios como el Bulldog, el Centro Cultural José Martí y el recordado LUCC que fue el ícono de la contracultura en la ciudad, tras la carcamasa de concreto y las luces apenas visibles de su pequeño pero representativo escenario habían pasado las mejores glorias de una generación que nunca recogió los billetes que alguna vez generó, encerrado en sus espacios lúgubres, húmedos e insalubres se levantaba cual voz apagada el grito de miles de rockeros que habían aguardado por tener un espacio con una identidad propia que fuese digna de rememorarse, bajo las sombras que despiden las tenues luces de las farolas de una ciudad con insomnio en una de esas noches mágicas del rock que jamás regresará, se encontraban a punto de empezar el recital el baterista Alfonso André, uno de los más respetados de toda la escena nacional de México, al micrófono ataviado en sus ropas negras y con el crepé en el cabello estaba Saul Hernández y al fondo del escenario, uno de los mas creativos que haya visto la incipiente escena del underground, eran las épocas donde el Rock En Tu Idioma permeaba toda la escena artística por la iniciativa de unos cuantos que vieron un terreno fértil para explotar a varias bandas que les harían ganar mucho dinero, la creatividad desbordaba en esa mítica banda de culto a la que se conoció como Las Insólitas Imágenes de Aurora, sus temas llenas de densidad y oscuridad daban a cuentagotas atisbos de virtuosismo, Las Insólitas duraron lo que perduran las historias de desamor en el rock, muy poco y con muchos problemas, fue una separación difícil y por algunos años dejaron ese capítulo en puntos suspensivos hasta que un Marcovich lleno de genialidad se volvería a encontrar a Hernández y André en un proyecto musical llamado Caifanes, pero al contrario de lo que pudiéramos imaginar esa unión no tendría un desarrollo lineal como ocurre siempre en las historias de amor y odio, rivales desde siempre pero complementarios al final de cuentas, Saúl Hernández siempre necesitó que sus metáforas tuvieran un anclaje musical como el que Marcovich siempre le dotó a sus letras, historias que se extraían de la prodigiosa mente lírica y que encontraban en su guitarra un complemento ideal, Caifanes fue una banda de prodigios, Sabo Romo uno de los mejores bajistas de la historia nacional,creaba historias musicales que muchas veces no tenían relación alguna con la canción, el pianista y saxofonista Diego Herrera, una mente creativa multiinstrumentista con un halo de misticismo, Alfonso André el motor incansable detrás de los virtuosos y la dupla de Marcovich y Hernández en una formación que marcó una época, esta sociedad duró apenas dos discos que fueron el parteaguas de la música rock nacional, cambiaron Marcovich construyó uno de los mayores legados guitarrísticos que se hayan escuchado, le dio al instrumento el papel protagónico en una banda de no tenía huecos ni hendiduras, funcionaba como una máquina de hacer música por la genialidad de sus componentes, llegó a México en una era donde a los músicos no se les respetaba por su trabajo y dejó su huella indemne en todas esas piezas que escribió, hizo lo que nadie connacional pudo, le regresó la identidad latina al instrumento, la guitarra eléctrica latinoamericana solo ha tenido dos estilos visibles, el de Carlos Santana (con esos bends interminables y sus pentatónicas características aderezadas de percusión latina) y la de Alejandro Marcovich, fruto de ese legado que fusionó el folclor argentino (la chacarera y sus vertientes, los carnavalitos, las cuecas y los huaynos) con todo el folclore prehispanico y étnico del Valle de México (el huapango, la marimba, el son jarocho, las chilenas y el son huasteco), desde el segundo disco de Caifanes daba muestras de esa pluri culturalidad, en canciones como La Célula Que Explota (con todo y una marimba y un sonido de son y huapango en la guitarra), o en Los Dioses Ocultos (y ese intro ceremonial con tambores y atmósferas) y que alcanzó dimensiones estratosféricas en el disco El Silencio en piezas como Piedra (con todo y su redoba con aires de banda sinaloense del final), o en Tortuga y Vamos a Hacer un Silencio (de nuevo la tradición de percusión prehispánica con toques étnicos de la costa), esta simbiosis que logró en sus colaboraciones en álbumes previos fueron el parteaguas de la creación de El Nervio del Volcán, Marcovich fue el artífice de esa vuelta de tuerca y le dio una nueva dimensión a un sonido ya de por si de vanguardia, Caifanes fue apenas uno de sus múltiples proyectos, entender una mente tan compleja como la de Marcovich no se limita a recordar un solo proyecto, es entender un pasado con bandas como Las Insólitas Imágenes de Aurora, su proyecto Nocturnal (un disco donde vuelve a rescatar el papel protagónico de la guitarra eléctrica con música tradicional mexicana) y en sus discos Alebrije y En El Tiempo, un legado que no solo se inició en aquella noche mágica de sábado de 1986, tampoco culminó con ese mítico y funesto concierto en San Luis Potosí de 1994, Marcovich es a la guitarra del rock nacional lo que Carlos Santana fue para el Rock en Inglés, son una causalidad histórica en un contexto de herencia y legado, dos músicos que llegaron como una lluvia de estrellas a su propio Campo del Cielo, el Rock Argentino, ese que con tanto orgullo es diferente, donde sus músicos aprenden desde niños los intrincados caminos de la armonía, ese que lucha siempre por ser punto y aparte y que se jacta que no copia a nadie, esa cultura nos dio una estrella de exportación, Alejandro Marcovich reivindica ese legado de más de tres siglos, muchos de esos héroes musicales son figuras totémicas para las nuevas generaciones, tal cual dice una frase de uno de sus compatriotas … Casi casi nada me resulta pasajero, todo prende de mis sueños y se acopla en mi espalda. Y así subo muy tranquilo la colina de la vida.
Es un muy buen disco que creo que vendió mucho también por el trabajo que hicimos con los otros álbumes. Gracias al Disco Negro, El Diablito, El Silencio y todo el trabajo que hicimos de por medio. Pero en ese momento no fue nada más el álbum, creo que había toda esa necesidad, esas expectativas y muchas cosas más; Sabo y Diego se salieron en el proceso, no sabíamos qué iba a pasar si seguíamos adelante. Los grupos de rock tenemos la peculiaridad de juntarnos quienes no deben estar juntos y sin embargo, se dan cosas muy padres también; entonces, es una ironía.
Saul Hernández acerca de El Nervio Del Volcán
Ficha Técnica
Fecha de Lanzamiento – Junio de 1994
Discográfica – RCA Music y Sony Music
Productor – Greg Ladanyi
Recomendable Si Les Gusta
Nocturnal de Alejandro Marcovich, Símbolos de Santa Sabina, Una Pieza de Fuego de Ensamble Galileo, El Fuego de la Noche de La Barranca, Detrás del Silencio de Cecilia Toussaint, Kings Of Sleep de Stuart Hamm, Hai Hai de Roger Hogdson y Lenny Castro, Ariel de Jerry Goodman, 5317704 de The Hollies, El Equilibrio de Los Jaguares de Jaguares y Cerro del Aire de Alfonso André.
Apenas 6 años después de iniciar su historia y con una dolorosa separación de dos de sus emblemáticos integrantes, el trío mexicano se propuso a marchas casi forzadas reinventar su sonido para encontrarse a inicios de 1994 en los estudios O’Henry Sound de California con el productor Greg Ladanyi, para lograr su objetivo unieron fuerzas con varios músicos de sesión que constituían una pléyade de estrellas provenientes de diferentes círculos musicales a nivel global, el bajista Federico Fong sustituyó a Sabo Romo y el tecladista y multi instrumentista Yann Zaragoza a Diego Herrera, sin embargo hablar de colaboradores del disco es fundamentalmente mencionar a músicos de la talla de Cecilia Toussaint (de un enorme bagaje en el rock mexicano), Stuart Hamm (bajista de Steve Vai y Joe Satriani), el grandioso percusionista Lenny Castro (que había sido parte de un enorme número de bandas, desde Toto hasta la badana de Stevie Wonder), el trompetista Jerry Hey (músico de Quincy Jones), el violinista Jerry Goodman y Graham Nash (el gran armonista de la banda de Folk Graham Stills and Nash), por lo que este disco tenía elementos en todas sus líneas para convertirse en un clásico, Saúl Hernández, Alfonso André y Alejandro Marcovich tenían un soporte muy vasto para explorar un universo musical al que incorporaron su estilo personal, fue un enorme trabajo de colaboración de la mano del productor Greg Ladanyi, el resultado fue una amalgama de sonidos interesante, llena de sonidos latinos y rock de vanguardia.
Título del Disco
No hay información oficial del porqué se llama así este disco.
Portada del Disco
Obra de los artistas gráficos de BMG, la imagen del Volcán Popocatepetl con su clásica fumarola vista desde el Paso de Cortés y editada con un tono azul.
Tracklist
1. Afuera (Recomendación 4 Estrellas)
2. Miedo (Recomendación 4 Estrellas)
3. Aquí No Es Así (Recomendación 4 Estrellas)
4. Ayer me Dijo Un Ave (Recomendación 4 Estrellas)
5. Hasta Que Dejes De Respirar
6. Aviéntame (Recomendación 4 Estrellas)
7. El Animal
8. Quisiera Ser Alcohol (Recomendación 4 Estrellas)
9. Pero Nunca Me Caí (Recomendación 4 Estrellas)
10. El Año Del Dragón
11. La Llorona (Recomendación 4 Estrellas)
Track By Track Momentos Cumbre
- El disco inicia con la canción Afuera, un tema elaborado a partir de un riff de guitarra pristino e icónico de Alejandro Marcovich quien imprimió su sello desde el segundo disco de la banda y que sitúa a Afuera en un plano mucho más luminoso dentro del catálogo de Caifanes, el riff esta construido por un ciclo de tres notas y armonizado en Si Menor y con una progresión de acordes muy en orden del rock clásico (va de un Si Menor al cuarto grado en Mi Menor, después al quinto grado en un Fa Sostenido con séptima y finalizando con un mini cromático hacia un Sol Mayor y de regreso al Si Menor) esta característica cíclica del riff y de los acordes se resuelve en la última nota del arreglo, el teclado Hammond de Yann Zaragoza adereza la segunda vuelta de compases que inicia con la percusión en 4/4 de Alfonso André, la forma de la canción semeja una forma musical argentina (originaria de la provincia de Santiago del Estero) llamada Chacarerapero fusiona elementos del folclor latino sobre todo en el interludio donde es muy característica la forma autóctona de mezclar notas de guitarras y una percusión muy prehispánica en una especie de ritual melódico, el solo de guitarra es en realidad un entramado de notas en contrapunto, una guitarra elabora una melodía y la otra acompaña en notas negras reforzando la armonía, un arreglo que se acompaña con las congas y tambores obra del connotado percusionista Lenny Castro, en los coros se asoma la muy característica voz de Cecilia Toussaint que le añade aún más dramatismo, el bajo preciso de Federico Fong tiene la enorme virtud de trazar otro camino melódico en la canción, no solo tiene la tarea de acompañar la armonía sino que a detalle es otra canción dentro del tema, la letra tiene múltiples interpretaciones, unos sitúan versos como en un discurso anti capitalista, otro mencionan que habla sobre la soledad y sus demonios, otros sobre la violencia en las calles, lo único cierto es que Afuera enmarca un inicio de disco muy de acuerdo con las pretensiones del trio, al final como dice Saúl Hernández en uno de sus versos … Afuera, Nadie es nada, solo adentro.
- Una armonía en Mi Menor con un enorme riff de guitarra inicial sobre la misma escala pentatónica enmarca un inicio demoledor, Miedo presenta elementos del rock más clásico pero contiene arreglos notables, esa progresión de acordes que van del primer al séptimo grado le confieren un aire más blues que rock, es un intervalo muy dificil de encontrar pero corresponde perfectamente a la pretensión de los versos, una primera linea que cuestiona y una segunda que responde … Miedo, es lo que debe tener el cielo, será invadido, por demonios hechos carne por un sueño … sin embargo ese sello que desprendía al inicio se pierde en los versos con una cadencia mucho más tradicional (al añadir el quinto grado con el acorde de Do Mayor en el pre coro y con un truco armónico de añadir un accidente con el Do Sostenido Mayor en los coros), toda la canción una vez más se sostiene por el trabajo en la guitarra de Alejandro Marcovich, el sólo con su guitarra y esa genialidad que siempre lo ha caracterizado, los arreglos blues del piano de Yann Zaragoza aderezan los versos del coro, una serie de notas que unen poco a poco como amalgama el sentido aún más teatral de esa parte de la canción, todo eso abre paso a un mini solo en pantatónica de Marcovich para caer una vez más en los versos que siguen la misma estructura que la parte anterior, todo eso abre paso al cenit de la canción, un solo que denota furia pero a la vez virtuosismo, contiene de todo, una sección en tapping, otra que tiene bends que van a mil por hora y ligados por todos lados, un solo memorable que termina en los tres acordes con los que empezó, la letra es un acierto también, muestra uno de los aspectos más humanos al hablar de un sentimiento universal pero con un tinte de poesía maldita a la que Saul Hernández siempre recurría para su lírica, obscuridad, muerte, soledad, pero siempre con ese toque de romanticismo gótico … Antes que muera dejame amarte en vida, hasta que el sol, se escape con la luna.
- Otro riff notable es el arreglo en escala de La que presenta Aquí No Es Así, una oda de raíces latinas en toda la extensión de la palabra, en apenas 3 temas Alejandro Marcovich da cátedra de creatividad y de virtuosismo, además de que presenta siempre la peculiaridad que no se había escuchado antes en el rock nacional, siempre resolviendo atinadamente sus riffs para iniciar y terminar siempre en la tónica, siempre llenando de notas los compases y siempre dando alternativas a los clichés guitarrísticos de siempre, le imprimió un sello propio a un instrumento que en casi 35 años no había tenido el papel protagónico o solo terminaba imitando los trabajos de guitarristas extranjeros, quien escuchó a Marcovich en este disco sabe que se separó a años luz de la tradicional guitarra del rock y le dio una marca indeleble de folclor latino, una identidad que solo Carlos Santana a muchos años de distancia le había dado, este disco lo encumbró aún más en un politburó al que solo han llegado unos pocos, el intro inicia con un Do sobre la cuerda de Sol, de ahí hacia un Re y hace una figura sobre esa misma pentatónica, ese riff inicial sirve de ancla de nuevo como en las otras dos piezas del resto de la melodía, en los versos va a un arreglo sobre la cuerda de La y de nuevo hacia el Re, esta característica cíclica se repite una y otra vez a lo largo de los temas del disco, la armonía es un tema aparte, para los versos van sobre la efectiva fórmula de tónica (en esta caso un La Sostenido) hacia quinto y sexto grado (Fa y Sol Menor) repitiendo los acordes en triadas hasta resolver en los coros con un segundo y tercer grado (Re Menor y Do Mayor) una riqueza armónica que además de todo es muy efusiva, es sin duda una canción con alta carga social, los versos innegablemente hablan sobre la diferencia de clases y hasta de cultura … Y vienes desde allá, Donde no sale el sol, donde no hay calor, Donde la sangre nunca, Se sacrificó por un amor, Pero, aquí, no es así … la batería de Alfonso André se sustituye una vez más como pasó en los temas anteriores con una sección de percusión notable a cargo de Lenny Castro y del bajo deFederico Fong en una especie de interludio que presagia otro enorme solo de guitarra de Marcovich, es notable el enorme peso que ha tenido la guitarra líder en apenas 3 canciones con 3 lineas melódicas para recordar por siempre y este solo no es la excepción, iniciando con notas en quintas de ahí a un punteo limpio, elegante y lleno de ritmo latino, el coro del final encumbra ese sentimiento de identidad, una especie de herencia cultural al que estos 3 temas ya pertenecen, una forma brutal de abrir un álbum, para los fanáticos hay un verso que resume la esencia de las letras hasta ahora … para un alma eterna cada piedra es un altar.
- Una armonía en Do Mayor con arpegios dignos de un manual de guitarra clásica española presagia un tema para la posteridad, Ayer Me Dijo Un Ave es una canción con un poder de nostalgia y evocación que significó el primer punto de quiebre en este disco, después de 3 temas llenos de furia esta canción es por demás un prodigio, Alejandro Marcovich demuestra esos dotes técnicos impecables que siempre lo distinguieron al ejecutar una linea melódica que todos recordamos, trabajando sobre los acordes arpegiados de una progresión notablemente rock (Si Menor hacia Re y de ahí alFa Sostenido y una vez más repitiendo ciclos hacia el Si Menor), la guitarra acústica como protagonista de una de las baladas más celebradas de todo el rock en español, la letra de Saúl Hernández recurre nuevamente a las metáforas para retratar una situación de evidente apego … Que saque el aire de mis ojos, Que abrace el miedo con tus sueños, Que sea un guerrero de sangre, Para que nadie te haga daño … Yann Zaragoza elaboró un acompañamiento de violines en sintetizador que le agrega dramatismo sobre unas percusiones hechas con un cajón peruano por Alfonso André (muy notorio en su concierto de MTV Unplugged) y la percusión de Lenny Castro, un compás de 4/4 clásico, una letra intensa, un coro efectivo, una guitarra con arreglos únicos, este tema definitivamente es para trascender … en uno de los versos más poéticos del rock, Saúl Hernández deja ir todo el sentimiento … Ayer me dijo un ave que volara, Hasta desintegrarme, Que la distancia no es cansancio, Es fuerza, eres tú.
- Una armonía de 3 acordes, una letra increíblememte intensa y percusiones latinas de la mano de Lenny Castro, un tema que requiere un análisis muy enfocado en su naturaleza híbrida, es una canción que podríamos separar en varias partes, primero el inicio con percusiones que mezclan estilos africanos y latinos que dan paso a una guitarra densa que va en armonía de Re Menor, un compás de 4/4 con una batería customizada a la que le agregaron un pad electrónico que realza los golpes de la percusión, para los versos se utilizó un efecto de reverb en la voz que le dio un aire de profundidad para narrar una historia en contexto profundamente sexual … Antes de irme dejame elevarte, mis oraciones todos tus deseos, hasta que calmes tu tempestad, hasta que dejes de respirar … la guitarra de Marcovich, eterna protagonista de este álbum una vez más entreteje una historia que se va narrando con el transcurrir de la canción, inicialmente traza un riff sobre dos cuerdas que acompaña de manera casi lúgubre el intro de percusiones para después adquirir una personalidad de mayor alcance, hay un interludio donde existen aires progresivos explotados de forma magistral por la producción de Greg Ladanyi (quien ya tenía vasta experiencia con ese tipo de sonido), el solo de la canción contiene una intensidad que se observa en la presencia de larguísimos bendings y sobre todo con el uso de una distorsión que permite demostrar esa furia, es un tema que se aprende a escuchar con el paso del tiempo o conforme la letra adquiere mucho más intensidad, un tema de transición pero que denota que el grupo estaba ya fragmentado y a años luz de lograr una integración, es una especie de declaración de principios de cada uno de los integrantes.
- Otro corte de rock puro es Aviéntame, otro tema que se encuentra armonizado en Do Mayor, es rock en su estado puro desde el inicio, una batería de Alfonso André a más de 120 bits por minuto y un compás clásico de 4/4 le dan entrada a un grupo de 4 acordes que anteceden un espectáculo sonoro vertiginoso, esa progresión de la guitarra de Marcovich es aderezada con una distorsión contundente que repite una progresión muy del rock (de La Mayor hacia un Si Mayor y luego un Do Mayor para regresar a un Si Mayor) y después uno de los punteos más impresionantes de toda la discografía de Caifanes, un arreglo con palm mute hecho con una raíz latina a la antigua usanza, una triada de notas que encajan perfectamente en los tiempos y que describen una espiral sonora que se repite a lo largo de varios compases, es quizás el tema de rock más puro del disco, Saúl Hernández en un mero papel de cronista lírico reza sobre una letra de desesperación pura … Qué triste se nos fue la vida, La lluvia ácida mojaba octubre, Y de rodillas vuelan lamentos, De algunos buitres, de algunos cerdos … este tema está incluido en un bloque de canciones con un alma alternativa, a mediados de los 90’s la mayoría de los productores se encontraban encasillados en este tipo de estilo, por lo que no es de extrañar esta circunstancia.
- Otro corte del mismo estilo es El Animal, una letra metafórica sobre una especie de humanoide omnipresente … Voy a mandar hacer un animal, con piel de humano y las manos de león, Le enseñare a arañar, a ladrar, a masticar, y le diré todo lo que esta muy mal … un riff de nuevo con toda la vertiente rockera de Alejandro Marcovich que deja algunos asomos de estilos más de vanguardia, sobre todo en esa forma de elaborar el riff principal con un efecto de distorsión que destaca por su potencia, el bajo de Federico Fong es también muy obscuro, esta canción quizás es el tema más flojo de todo el álbum.
- Una escena idílica inunda el entorno del siguiente tema, es sin duda el más artístico del álbum pero a la vez es el más enigmático, la omnipresente guitarra de Marcovich se quedó guardada y los músicos invitados fueron los encargados de la creación, aquí los Caifanes solo fueron testigos de una colaboración musical sin precedentes, Greg Ladanyi en su papel de director musical dejó que todos los invitados aportaran un poco de su experiencia y el resultado fue mágico, por un lado el piano de Yann Zaragoza inicia el tema con esas 3 notas que se volvieron un auténtico ostinato a lo largo de la canción (Fa sostenido, Si y Sol), el bajo corrió a cargo de Stuart Hamm quien le añadió su experiencia en versos jazzísticos a una melodía de trompeta que Jerry Hey ejecutó de forma magistral, tal es el alcance de esta estructura armónica melódica que el tema se sostiene solo con estos dos elementos, Alfonso André acompaña en un compás clásico de 4/4 y con una tenue acentuación jazzística, la letra es un poema, por si solo amerita una explicación aparte, ese idilio que retrata, una botella de alcohol, un bar a medianoche, un interlocutor que exorcisa sus demonios en una plegaria dirigida cual dardo envenenado de amor … ¿Qué pensarías? ¿Qué dirías? Si de la noche soy un pedazo … o fragmentado en versos que son a todas luces una declaración … Si algún día me miras, Abrazado de tu sombra, No me separes déjame solo sin movimiento, Como una lágrima que corre por tu cuerpo, Lamiéndote toda la piel … en ese entorno que retrata la canción las notas de piano jazz que salen del alma de Yann Zaragoza se ubican a medio camino entre un acompañamiento y una historia aparte, es una senda que trazó la desventura y que transitamos uno a uno cada vez que esas tres notas se repiten una y otra y otra vez en el tema, es un recordatorio de lo humanos que somos cuando nos tocan esas fibras del sentimiento que quedan expuestas cuando los temas de este estilo nos han atrapado, una tímida luz, el humo de una habitación obscura, botellas tiradas en un onírico lugar donde el suelo parece mecerse y adquirir vida propia … De suelo que flota entre tus sueños, Como una perla te saco de lo oscuro, Te llamo por tu nombre, Y digo que no puede ser … Quisiera Ser Alcohol es la ensoñación de lo que ya no pudo ser, un rezo a la nostalgia, una oración de fé hacia el amor doloroso y verdadero.
- Uno de los temas más recordados por todos es el siguiente, una canción sólida hecha de una sola pieza de rock en su quinta esencia, un intro muy de blues en la harmónica del genial Graham Nash, Pero Nunca Me Caí es oro sólido, no tiene grietas en su construcción armónica, una escala de Do que explora en los versos una clásica progresión de Re Mayora La pasando por un La Sus 4 que le da ese aire de distinción, el bajo de Federico Fong es de destacar, no soloamente hace un acompañamiento armónico sino que aporta pequeños riffs que se asoman cual destellos azules en un fondo amarillo, ese bajo es un color distinto dentro de una historia de amor cantada por Saúl Hernández, es como una continuación madura y uniforme de varias de sus letras, hay poco espacio para la metáfora, mejor se decanta por los versos contundentes … ¿Cuántas veces me he quedado dormido en el filo del tiempo, a la orilla del abismo?, ¿Cuántas veces he querido salirme de la ruina del cuerpo y despertar en tus ojos? … Saúl en su faceta del crooner del rock en un papel que jamás ha defraudado, se le podrán reprochar mil y un cosas pero esta capacidad lírica que comulga con lo poético es algo que jamás ha estado en duda, si en el tema pasado se le había quitado el protagonismo a Marcovich en este demuestra que lo suyo es ese protagonismo, elaboró uno de los solos del rock latino más impresionantes, lo tiene todo, una marea de notas que salen de los altoparlantes en esos apenas 25 segundos que dura y que semejan a una tormenta de sonido, empleó todos sus recursos, una guitarra de heavy metida con toda la intención en una balada de rock clásico, ante semejante muestra de virtuosismo nos deja algo más para el final, el órgano Hammond de Yann Zaragoza se suma con esos aires de blues sureño para darle aún más realce a ese encore que va con toda la furia contenida en una balada y que se transforma en una explosión sonora sin precedentes, una letra que queda en la memoria de unos pocos quienes se sienten identificados en esos aires de desapego … Cuántas veces me perdí en la distancia y me miraba de lejos como te iba perdiendo, Cuántas veces me olvidé de mis ojos y en lo negro me hundía, llorando en lo profundo … de todos los temas del disco este es quizás uno de los más recordados.
- El Año del Dragón es el último tema con esos aires de rock de los 90’s, contiene varios elementos que lo hacen único, empezando con el E Bow que utilizó Alejandro Marcovich para tocar algunos segmentos de la guitarra, es un arma de doble filo, es capaz de producir sonidos impresionantes que no son posibles por las características de la guitarra pero en lapsos produce algunos que son inaudibles, afortunadamente en este tema son más lo momentos memorables que los desagradables, ante este panorama, este tema transcurre entre un rock de avanzada contra uno que intenta ser innovador solo por ese elemento, logra el objetivo de forma parcial, es una canción que logra el objetivo de estar en un sitio de transición para dar paso al último tema.
- Un cierre de disco a veces contiene elementos que nos sirven para dar avisos de una obra posterior, un intro a otro tipo de sonidos en una banda o a un adelanto de un sonido nuevo, en el caso de este álbum es un epitafio, es el último tema de una de las bandas insignia del rock latino, si exploramos las discografías de las bandas representativas encontramos ejemplos de temas que se salen de lo convencional (por citar algunos Moiré de Soda Stereo, La Espuma de Venus de Héroes del Silencio) pero este tema en especial se sale de todo molde, es folclor latino hasta el paroxismo, La Llorona es el último clavo en el ataúd de una banda cuyas raíces están arraigadas en una tradición musical que va más allá de un corto periodo de 6 años, desde las épocas de Las Insólitas Imágenes de Aurora hasta tener este final, es un tema que inicia con un arreglo de dos guitarras de nylon muy en onda del bolero típico para interpretar un tema con letra de dominio popular, La Llorona es un mito arraigado en la cultura nacional casi tanto como lo es el culto a los santos o las míticas historias de los muertos, aquí en este tema Alejandro Marcovich da rienda suelta a su peculiar y muy personal visión como extranjero, de un espejo folclórico que aprendió en México, siempre fue un connotado técnico y virtuoso, pero es en este disco donde alcanzó el aire de leyenda, un tema así de complejo requiere una instrumentación precisa y exacta, ese arreglo de dos guitarras una dando los acordes y otra arpegiando notas para que la guitarra con overdrive de Marcovich alcance alturas de intensidad impresionantes, transforma su guitarra en una especie de violín cósmico que tiene su epicentro en esos fragmentos donde las notas puras de la guitarra española no alcanzan a cubrir los silencios, es una comunión casi natural del ruido con la armonía, a partir de esta construcción, la letra de Saúl Hernández nos narra una historia llena de mexicanidad … Desde el fondo de la tierra, Fantasmas humanos se buscan, Algunos olvidan frío, Otros nunca se encuentran, Hacen temblar la vida, Tiemblan sueños, tiembla amor … entre los pequeños fragmentos de verso la guitarra de Marcovich nos regala riffs memorables llenos de densidad, en este tema no hay luz, todo es una obscuridad que inunda el ambiente de resignación, el grupo muere lentamente con cada minuto que transcurre hasta llegar a un encore lleno de sentimiento, es la historia final de una banda que dejó huella.
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